dimecres, 6 d’agost del 2008

Un oasis sanitario en el Sahara

Un grupo de cooperantes navarros gestiona en el Sahara el Hospital Navarra, la primera infraestructura en los territorios liberados y símbolo de la reconstrucción de la patria saharaui. Es una luz de esperanza para un pueblo mucho tiempo abandonado

Los saharauis acostumbran a poner nombres de mártires a sus centros sanitarios, pero por una vez han hecho una excepción. A la primera infraestructura construida en Tifariti, el corazón de los territorios liberados del Sahara Occidental, le han llamado Hospital Navarra-Nafarroa Ospitalea. Es el centro físico y neurálgico de una ciudad, y se ha convertido en todo símbolo de la lucha saharaui por su independencia.

Construido con fondos aportados por el Gobierno de Navarra y gestionado de la ONG navarra ANARASD, el centro sanitario se inauguró el 9 de abril de 1999. Eran tiempos de esperanza para el pueblo saharaui, que tras el alto el fuego de 1991 y los acuerdos de 1997 planeaba su regreso de los campamentos de refugiados. Los 180.000 saharauis que entonces vivían en Tinduf debían votar en el referéndum de autodeterminación por el que había luchado desde la ocupación marroquí de 1975. Querían hacerlo en casa, pero necesitaban infraestructuras, y la sanitaria era la principal.

Pero el soñado regreso nunca se produjo. Las artimañas de Marruecos, con la complicidad de la comunidad internacional, han retrasado un referéndum que sigue sin fecha. Aún así, el hospital sigue siendo una parte fundamental del sueño saharaui por su libertad. Es la principal infraestructura de los territorios liberados y la demostración real de que, aunque sea poco a poco, el regreso al Sahara Occidental todavía es posible. Representa la primera piedra de la reconstrucción de la patria saharaui, un primer paso en el regreso a la casa de la que fueron expulsados hace más de 32 años.

Con esa esperanza, cada vez son más los civiles que regresan a una región considerada territorio militar, que Marruecos reclama como propia, y que los saharauis están dispuestos a defender con su propia vida. A punto estuvieron de hacerlo en 2001, cuando la organización del París-Dakar, en un ejemplo más de la ignorancia occidental sobre el conflicto del Sahara, decidió cruzar los territorios liberados pidiendo permiso de Rabat, pero sin avisar a los saharauis. La inminencia del conflicto obligó a evacuar el hospital y a trasladar todo el material médico ante un casi seguro bombardeo marroquí que, afortunadamente, al final no se produjo.

El hospital se volvió a abrir el 27 de febrero de 2006, pero las secuelas de aquel traslado todavía perduran. "En el viaje se nos rompieron algunos aparatos que todavía no hemos podido reponer", explica Txaro Pardo, coordinadora de los proyectos de ANARASD en el Sahara. Txaro es toda una eminencia en Tifariti. Conocida y respetada por todos los saharauis, es capaz de poner firmes a los soldados que estos días se agolpan en la puerta del hospital. Generalmente, el centro atiende unos 300 pacientes al mes, cifra que varía en función del moviendo de la población nómada que en época de lluvias aumenta considerablemente. Sin embargo, en fechas señaladas como la celebración del 35º aniversario de la primera acción armada del Frente Polisario la población de Tifariti aumenta en unas doce mil personas. "Estos días estamos desbordados.

Ayer, por ejemplo, atendimos a 250 personas", expone Rakel Galán, una enfermera alsasuarra cooperante de ANARASD que llegó al Sahara el pasado 3 de mayo con otros 14 navarros. "Si no hubiera hospital no les dolería nada", afirma Alberto Landa, un caminero del Gobierno de Navarra que se encarga del mantenimiento del centro. Bromas aparte, Landa destaca los problemas sanitarios del pueblo saharaui y, sobre todo, los de los beduinos que viven en el desierto, donde cualquier pequeña enfermedad puede ser un gran problema. "Aquí no hay farmacias, y lo que hacen muchos es aprovechar que están cerca de un hospital para conseguir medicamentos", añade.

Generalmente, son visitas de 15 días sin remuneración alguna y para la que los cooperantes destinan sus propias vacaciones. "Nuestra labor no es asistencial. Lo que hacemos es trabajar codo a codo con los sanitarios locales para formarlos en cuestiones fundamentales que no dominan", afirma Txaro Pardo. Pero la labor va más allá. El hospital, como cualquier otra infraestructura, necesita de mantenimiento y mejoras constantes que los saharauis no siempre pueden hacer. "Aquí siempre se complican las cosas. Las más mínima tontería supone un gran problema por la carencia de medios", dice Pardo.

Alberto Landa, José Mari Marañón y Javier Goikoa se dedican a labores técnicas de instalación, reparación y mantenimiento del propio edificio y de sus infraestructuras. Lo hacen en colaboración directa con los propios saharauis, junto a quienes montaron hace un par de años placas solares que generan luz y el agua caliente.

El equipo técnico pasa en Tifariti aproximadamente un mes al año. El resto del tiempo el hospital funciona sin más ayuda que la de los diez trabajadores saharauis que forman la plantilla. Brahim Bujari es el responsable de mantenimiento, "el alma del hospital", como le llaman los cooperantes de ANARASD. Bujari es un veterano de guerra de 56 años, prisionero en Mauritania entre 1975 y 1980 y que trabaja en el hospital desde 1997. "A mí me enseñaron los chicos", dice agradecido. Salama Mohamed Kahalil estudió medicina en Argelia. Ahora es el único médico y director del hospital. "Son perfectamente capaces de gestionar el centro. Lo que ocurre es que no siempre es fácil. Les cuesta hacerse a la idea del precio de las cosas y eso dificulta un poco la gestión.

Además, conseguir aquí una bombona de gas o gasolina para la ambulancia no es nada fácil", incide la coordinadora del proyecto.

En el Sahara las ambulancias son vehículos todo terreno financiados por instituciones de todo tipo. En el Hospital Navarra sólo se atiende la asistencia primaria, y para cualquier operación hay que ir al Hospital Nacional de Rabuni, que está a 320 kilómetros y a ocho largas horas de viaje por el desierto. Mulay Ahmed, un urólogo que ahora trabaja allí recuerda como hace años tuvo que trasladar a un prisionero de guerra marroquí hasta Rabuni para que le trataran de una úlcera perforada. "Me dijeron que si no llegaba en cuatro horas se moría. Y le salvamos la vida", recuerda.

El problema sanitario es uno de los más importantes en un pueblo que lleva más de treinta años viviendo en el exilio. La situación ha mejorado mucho desde el éxodo de 1975, y aunque se trata de una zona de especial riesgo, hace ya 11 años que no hay epidemias. "Es fundamental una buena planificación para prever posibles problemas", explica el ministro de Salud de la República Árabe Democrática Saharaui, Sidahmed Tayeb, todo experto en luchar contra la mala calidad del agua, la ausencia de medicamentos y la falta de medios higiénico-sanitarios. "Nuestro principal problema es la carencia alimentaria. La situación nutricional es alarmante, sobre todo para las mujeres y los niños. Los organismos de la ONU, PAM y el ACNUR, nos han reducido el suministro de alimentos, y si antes era básico, ahora es insuficiente", protesta el ministro, un ex combatiente del Frente Polisario al que todos llaman Bere, su nombre de guerra. "El alimento es un arma política y social letal", añade Bere, un intelectual de hablar pausado que conoce las dificultades de su pueblo pero que, sin embargo, es optimista. convencido de que la victoria es posible. "Nuestra situación es siniestra, pero siempre podremos estar peor", bromea.

Los saharauis que han venido a las celebraciones se empiezan a marchar hoy y, poco a poco, el hospital volverá a la normalidad. Pero el hospital, que fue la primera construcción en los territorios liberados y que está lleno de simbolismo para la población saharaui, seguirá prestando cobertura sanitaria a la población de la zona, esperando el regreso de los refugiados a su tierra prometida.

Fuente: http://www.noticiasdenavarra.com/