dimarts, 27 de maig del 2008

Publicación de El Sueño De Dakhla de Manuel Moya

'El Sueño De Dakhla', nuevo libro de Manuel Moya Rafael Suárez Plácido No conozco a ningún otro escritor español con tantos registros y todos de tanta calidad como Manuel Moya. A sus relatos y novelas, a la poesía que firma con su propio nombre, donde encontramos al poeta que mira asombrado el mundo desde su pueblo natal, Fuenteheridos, y también al que viaja a las islas más cercanas y más lejanas, (Interior Con Islas, editado en Pretextos), añadimos la voz oscura y desgarrada de Violeta C. Rangel en La Posesión Del Humo (Hiperión) o el más reciente Cosecha Roja (Baile del Sol). Cuando el presidente del Jurado del III Certamen de Poesía 'Vicente Presa', Luis Alberto de Cuenca, abrió la plica correspondiente al libro que habían premiado y que llevaba por título El Sueño De Dakhla (Poemas De Umar Abass), me imagino una mueca de sorpresa y una franca sonrisa cuando vio el nombre del autor, la misma agradable satisfacción que sentimos cuando leemos el poemario, editado por la sevillana Algaida, que cumple diez editando buena poesía bajo la atenta mirada de Miguel Ángel Matellanes. Dakhla es una de las ciudades más importantes del Sahara Occidental, actualmente invadido por Marruecos con la aprobación mal disimulada de las potencias occidentales. Umar Abass, poeta saharaui, de Dakhla, prácticamente no ha vivido allí,
"Me sé atrapado, compañera,
por eso debo masticar cada mañana
la sal y el cuerpo sin sombra del exilio,
las nubes que a la demencia me empujan,
el viejo sueño de despertar en Dakhla".
Recuerdo el hermoso librito de Claudio Guillén, El Sol De Los Desterrados, y reconozco a Umar Abass entre sus posibles personajes. Para él el exilio es su única obsesión,
"Pero todo es volver a lo conocido,
hacia lo mío, hacia lo amado,
un lugar, un tiempo fuera de la mente".
Varias citas del gran poeta sufí, Yalal Al Din Rumí, nos acercan al tipo de poeta que es Umar Abass. Uno de sus temas, estrechamente relacionado con el exilio, será la libertad que simboliza en el río, en los pájaros, en los propios saharauis que desde los campamentos, en este caso desde Tindouf, se niegan a conformarse con su realidad,
"Nada sabe Adine del sol sobre los bosques,
y a veces sueña con pájaros azules
que, dormidos, se posan en la nieve.
… Nada sabe Adine y ha pintado en la palma de su mano
una alada y temblorosa barquichuela".
El tema por excelencia de toda la poesía árabe y en especial de la sufí es la amistad, ya lo encontramos en una de las más hermosas citas de Rumí,
"Qué dulce es hablar y discurrir, conversar con sus labios,
especialmente cuando abre la puerta y dice, "Pero amigo, entra".
Para el hombre del desierto la amistad está íntimamente unida a la hospitalidad, a la casa propia, que se abre de par en par ante el amigo y así lo vemos en varios poemas del libro, y a la del amigo, que siempre podemos sentir como nuestra. En el poema 'Al viejo Firdausi' encontramos este segundo caso, unido a la sabiduría que dan los años y la discreción,
"Nunca pregunta. Con timidez
señala hacia las dunas,
en ellas, dice, se halla la respuesta, …"
Pero la vida es una espiral que siempre empieza donde acaba, y del tema de la casa propia se pasa al tema que da título al libro, la ausencia de esta o la perdida o el sueño de volver a habitarla, "La casa de tu padre será siempre tu casa". Y también, a veces, sabemos que nunca volveremos a ella,
"Alguna vez al hombre (pero no a todos los hombres)
le llega la esperanza de una casa propia.
Allí, piensa, podré tender mi ropa,
ver cómo pasa el invierno en la tarde que avanza".
El Sueño De Dakhla, estos poemas tan hermosos y sencillos, la aparente sencillez de los versos de Manuel Moya, que nos ofrecen propuestas inteligentes, miradas profundas y emotivas al mundo que nos rodea y que a veces no miramos porque lo tenemos ahí, delante de nuestros ojos, versos
"para saber que sólo lo vivo hace temblar lo vivo,
como el leve pájaro la rama donde se posa".
MI CASA
En mi casa espero la vuelta del sol, el viento
que hinche las sábanas,
las bruscas nubes de la primavera.
Me entrega la casa su seco mendrugo y la inquietud
de quien en ella ha visto anochecer
en una cadencia que no es nueva.
Ajena a la memoria, me tiende sus paredes (¿porque en ella
está lo que yo busco, lo que en vano busqué
en remotas aduanas? No lo sé.).
Yo la oigo, como se oye al niño que llora en la memoria,
como se oye un río bajo la densa arena.
Y digo "mi casa", pero debiera decir que soy suyo,
la parte de mi casa que baja a por tabaco, a por naranjas
la parte que mañana, mañana mismo,
se sube a un avión y ya no vuelve.
Yo hice esta casa. Ella me ha hecho. No estamos en paz.
Fuente: Poemario por un sahara libre