La causa saharaui, en la nueva película de Julio Médem, "Caotica Ana"
El jueves 23 de agosto tuvo lugar en Madrid el preestreno de la última y esperada película de Julio Medem “Caótica Ana”, en cuyo argumento tiene un papel destacado el Sahara Occidental, siendo uno de sus principales personajes un joven saharaui llamado Said.Una representación en nombre de la delegación saharaui, junto a un grupo de escritores saharauis, además de amigos del movimiento solidario quisimos estar presentes en el evento, arropando al realizador y al equipo como agradecimiento por esta mención del conflicto saharaui en una película con tanta repercusión mediática, lo que sin duda servirá como altavoz del Sahara en aquellos países donde se distribuya.La película, definida por la prensa como “un poema visual” y “un viaje al alma”, surgió, en palabras del director, en un momento de depresión producido por la trágica muerte de su hermana y por la polémica que originó su documental “La pelota vasca”. Una buena ayuda para salir del bache fue su viaje al Festival del Cine del Sahara en 2003. Allí descubrió la situación de los refugiados saharauis y simpatizó con la causa de liberación de este pueblo. En buena medida su estancia en los campamentos influyó para que una de las “vidas” de Ana transcurriera en medio de la invasión marroquí del Sahara Occidental.Al finalizar la proyección de la película, en la que una debutante Manuela Vellés realiza una magnífica interpretación, nos acercamos a saludar a Julio Medem, muy amable con todos nosotros y a felicitar y agradecer al actor de origen argelino Nicolás Cazalé, Said en la película, su recreación de un joven artista saharaui, estudiante de biología molecular, y que centra su vida y trabajo en la liberación de su gente, “Todo lo que hago es para… algún día, saber cómo ayudar a mi pueblo”.El conflicto saharaui, sin ser el argumento principal de la película, está tratado con rigor por el director, y se hace una explicación sencilla y eficaz sobre lo ocurrido en estos treinta años, lo que dará a conocer la realidad saharaui a todos los espectadores que vean la película. Justo en medio de aquella pesadilla, que en mí estaba produciendo ya efectos peligrosos, aplastadores del ánimo, paralizantes..., me invitaron a tomar un rumbo extraño, perpendicular, como un paso lateral que, aunque parecía que ni avanzaba ni retrocedía, afortunadamente me alejó del frente y me dejó suspendido en un lugar para no sufrir, o, mejor dicho, para sufrir por otros, que tienen muchísimo más motivo que yo: ocurrió cuando me invitaron al primer Festival de Cine del Sáhara, en uno de los campamentos de refugiados de Tinduf, en el desierto de La Hamada, Argelia (una de las zonas más inhóspitas del planeta).Los tres días que pasé allí, junto a un nutrido grupo de cineastas españoles, están grabados para siempre en mi memoria, y me quedo, como recuerdo preferido, con el de las noches viendo películas en una enorme pantalla al aire libre, absolutamente bajo las estrellas. Mis ojos iban de la pantalla al cielo, descansaban, se perdían plácidamente y volvían a la película... La primera que vi fue la francesa Nómadas del viento, rodeado de sombras de hombres delgados con turbantes negros; la mayoría no había visto otro paisaje que su desierto ni otros pájaros que los buitres. Al contemplar aquellas imágenes que viajaban por el aire del planeta siguiendo a las aves migratorias, bajo aquel cielo nocturno del desierto, sentí que nos encontrábamos en un lugar verdaderamente perdido; aquella ventana al paraíso aumentaba todas las distancias, desde allí todo se percibía más lejano.Una noche se proyectó mi documental, que no vi, para no mirar hacia dónde venía, por preservarme en aquel tranquilo vacío. El problema vasco lo percibí extraño y puede que ininteligible para aquella gente; este conflicto marcado por el odio del Primer Mundo me parecía desproporcionado en aquel escenario nocturno, y más aún con el día, me refiero al día a día, a la forma de sobrevivir de los saharauis, que llevan treinta años fuera de su país tras ser expulsados civil y militarmente por los marroquíes. Ocurrió cuando España les abandonó (tras la muerte de Franco). Una absoluta vergüenza.Aquel viaje me ayudó a relativizar mi sufrimiento, a sacar sosiego del fondo del tiempo, en aquel inmenso espacio; a sacar fuerzas de la gran fuerza colectiva que los saharauis han ido amasando uniendo sus manos para recibir el sol de cara cada mañana. Siempre les agradeceré aquella lección, que me llevé a casa. Lo que yo no podía imaginarme entonces es que de allí sacaría también, casi un año más tarde, a un personaje fundamental para Caótica Ana, un joven pintor saharaui llamado Said. Se trata de un huérfano de la guerra contra Marruecos que, como todos los de su generación, no conoce su país, la República del Sáhara. Me traje de allí también un pájaro para Ana, un ave migratoria que proviene del desierto, y que, cuando está a nuestro alcance, su vuelo placentero marca el comienzo de la película. Y una tercera idea, la travesía del Atlántico de Ana, también salió del desierto de La Hamada.” (Julio Medem. El País Semanal) Fuentes:*POEMARIO POR UN SAHARA LIBRE * elmundo.es
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